Page 249 - La Nave - Tomas Salvador
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más evidente diferencia era que los niños y las
mujeres estaban separados de los hombres, en la
parte más alejada de las fronteras. Eran sombras
silenciosas, que cocinaban para los varones o
jugaban con espadas pequeñas. Sus vestidos negros
y su reserva producían una desasosegante
impresión.
Los adultos dormían en las cámaras más cercanas
a las fronteras y montaban guardia en los pasillos y
montacargas. Éstos eran tan abundantes que
sospechaba la inutilidad de cubrirlo todo. Los
centinelas permanecían sentados en los rincones
oscuros. Kalr, por lo que pudo observar, se tomaba
grandes trabajos revisando fronteras. Despertaba a
patadas a los que se dormían y no regateaba
tampoco un buen golpe con el escudo.
Al llegar a la cámara de Mando, Kalr se quitó los
arreos y los dejó en manos de un muchacho. Otro le
trajo unos vasos de metal con una bebida.
—Toma, Shim...
—No puedo, Kalr.
—¿Lo desdeñas?
—No tengo manos, recuerda.
—¡Negros malditos! No me acordaba... Y yo no
voy a estar dándote la bebida sorbo a sorbo. ¿Por
qué no me lo dijiste?
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