Page 251 - La Nave - Tomas Salvador
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sacudió al niño un manotazo que le envió rodando
por el suelo.
—Un guerrero obedece. ¡Dale la bebida!
El muchacho, tragándose el orgullo, se levantó
para obedecer. La bebida olía mal y sabía a etílico.
Debía serlo, con el aderezo de algunas plantas. Le
abrasó la garganta y el muchacho se vengó no
retirando el vaso, aunque debió de notar que se
ahogaba. Reaccionó levantando la rodilla y
alcanzando al servidor en el vientre. El arisco
infante rodó por el suelo, entre alaridos. Kalr, con
desgana, dijo:
—Debes tener cuidado con la bebida. Cuesta
mucho destilarla y no se puede tirar por los suelos.
—Sí, Kalr, tendré cuidado.
—Bien, volvamos a lo nuestro. Te pregunto otra
vez: ¿sabes lo que es esto?
—No.
—Mira.
El guerrero maniobró en el aparato. Era un trozo
de madera, largo como un brazo; adosado tenía un
resorte y ligado a éste unos hilos de metal. Kalr
tensó el resorte, colocado en la punta, hasta casi
tocar el otro extremo. Tomó entonces una varilla de
hierro y la colocó en el tope del resorte.
—Fíjate ahora.
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