Page 254 - La Nave - Tomas Salvador
P. 254

—Ya  sabía  yo  que  eras  un  hombre  importante.


            Escucha: tengo una propuesta que hacerte. Sé tú mi


            cabeza y yo seré tus brazos. Tú piensa y yo hago.


            Podemos ser los amos de todo...



               «Cierto,  y  cuando  no  me  necesites,  una  de  tus


            varillas para mi espalda.» Pero se cuidó mucho de


            expresar tal opinión. Por el contrario, dijo:



               —Puede ser una buena idea, Kalr; pero necesito


            meditar.  La  propuesta  es  importante  y  hay  que



            meditarla.


               —Bien; medita —concedió, magnánimo, Kalr—; y


            medita  también  cómo  puedo  aplicar  mi  arma.  ¿Y



            cómo debo llamarla?



               —Lanzadora.


               —No  es  bastante.  ¿Podría  ser:  lanzadora  de  la


            muerte de Kalr?



               —Podría; pero se tarda demasiado en decirlo.



               —¡Oh, eso no importa...!



               Kalr se empeñó en que asistiera a la fiesta. Y allí


            estaba, sentado en el suelo, en una plaza interior,


            donde  se  congregaba  toda  la  familia  de  los



            guerreros,  mujeres  y  niños  inclusive,  salvo  los


            guardianes de las fronteras. Vasijas con la bebida


            etílica corrían de grupo en grupo; hombres, mujeres


            y  niños  bebían  grandes  tragos  y  estallaban  en


            risotadas. Los hombres levantaban las faldas a las




                                                                                                           254
   249   250   251   252   253   254   255   256   257   258   259