Page 255 - La Nave - Tomas Salvador
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muchachas y las golpeaban con el plano de las
manos en las partes carnosas. Todos reían. La
gravedad, la tristeza o aislamiento de la familia
guerrera había desaparecido. Kalr mismo,
congestionado, jadeante, tenía más de Brisco que
del altanero soldado. Allí mismo vio lo que hubiera
creído inconcebible: Kalr tomó a una muchacha, la
arrojó al suelo y la poseyó a la vista de todos. Los
guerreros tomaron el ejemplo y se arrojaron sobre
las mujeres. Éstas se resistían, pero sólo en los casos
en que el asaltante no fuese de su agrado. Los
chillidos, las risotadas, el ambiente cálido y el olor
de la bebida derramada le ahogaron. Cerró los ojos;
pero allí no tenía una Sad que taponara sus oídos.
Vomitó lo que había comido y bebido y se
desvaneció.
No debió durar mucho su desmayo, o cuando
menos nadie se asustó. Volvió en sí con una
sensación de agobio, de sofoco, que le reventaba los
pulmones. Sentía unos jadeos, un perfume y un
sudor que no era el suyo. Pudo abrir los ojos y
descubrió el rostro de una mujer inmediato al suyo,
y una boca que le mordía. Kalr, muy cerca, reía
como un loco. Y descubrió que la mujer estaba
desnuda y que él mismo lo estaba parcialmente y
que la mujer...
Pataleó desesperadamente, tumbó a dos o tres
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