Page 257 - La Nave - Tomas Salvador
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demasiado...  Recuerda  que  eres  mi  cabeza.  Si  ese


            bellaco de Natto dice alguna mentira, dímelo y le


            corto la suya.



               No aludió para nada al desenfreno impúdico de


            momentos                       antes.               Nuevamente                          estaba


            desconcertado ante el pueblo wit. Ante Kalr y sus


            hombres parecía cobrar cuerpo la creencia kros de


            que  los  albinos  se  entregaban  a  prácticas



            abominables. Y no sabía qué le asustaba más: si el


            desenfreno  de  aquellas  costumbres  o  la  vitalidad


            que  representaba.  Aquélla  no  podía  ser  una  raza


            decadente.  Pero  no  pudo  seguir  reflexionando.


            Natto  estaba  hablando,  con  cierta  arrogancia,  en


            gran parte debida a sus abundantes libaciones. Kalr


            parecía divertido.



               —¿Qué  vas  a  ofrecerme,  Kalr,  a  cambio  de  mis


            cantos?



               —Tus caníos no valen ni una lanza, ni un vaso de


            kisy...



               —¡Oíd, oíd, oh guerreros, lo que dice el padre de


            todos vosotros! ¡Que mi canto no vale nada! ¡Canta


            tú entonces, Kalr, hijo de tu padre...!



               —¡Natto! ¡Natto! ¡Queremos a Natto!



               —¿Oyes a tu familia, Kalr? Me quieren a mí...



               —Basta, Natto. Te daré un cinturón amarillo.



               —Quiero un muchacho...




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