Page 264 - La Nave - Tomas Salvador
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de llevar a los cautivos.
Suspiró, considerablemente aliviado. Y entonces,
una pastosa y ceremoniosa voz dijo a sus espaldas:
—Tú eres Shim, ¿verdad? El kros amigo de Kalr.
—Ése soy yo.
Y reconoció al bardo, al hirsuto borracho que de
forma tan melodiosa y fuerte dominaba las
palabras.
—Era muy bueno tu canto a Kalr.
—Tú estás loco. ¿Desde cuándo son buenos los
cantos a los tiranos? ¡Hip...! Perdona, Shim... ¡Hip...!
Deseaba de tal modo una compañía, antes de
arrojarse al laberinto de las tinieblas, que deseó
hasta la compañía de aquel truhán embriagado.
—Yo era Hombre de Letras...
—Hip...
—Natto...
—Ése, ¡hip!, soy yo...
—Voy a marchar a otra familia. No sé el camino.
Ven conmigo.
—Hip...
—Haces mal, Natto, bebiendo así; haces mal
permaneciendo en la familia Kalr...
—¿Bien, mal...? Escucha, extraño, mi canto, si es
que puedes entenderme... ¡Oh maldito Kalr!
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