Page 298 - La Nave - Tomas Salvador
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mucho tiempo, les bajaban por la espalda hasta casi


            la cintura. Sabían, sobre todo, permanecer juntas, y


            poseían  una  increíble  capacidad  para  insultarse


            ferozmente durante unos instantes y besarse en los


            siguientes. Sad, que no había querido abandonarle,



            contemplaba  a  las  mujeres  de  Brisco  como


            fascinada, intentando a veces adoptar sus posturas.


            Se  reían  ante  sus  esfuerzos,  y  la  muchacha  se


            enfadaba.



               Las  mujeres  de  Brisco  deambulaban  libremente


            por la Nave, pero se reunían siempre a las horas de


            la  refección,  en  la  cámara  ovoide;  amaban  a  sus


            cachorros de manera estrepitosa y tenían ante ellos


            y  para  ellos  un  lenguaje  que  ni  siquiera  él  podía


            interpretar. Cuando el amor a sus hijos —y no podía



            adivinar cómo cada una podía distinguirlos entre sí,


            siendo  tan  parecidos—  las  ocupaba,  rechazaban


            áspera y crudamente al varón que se les acercaba.


            Por lo demás, no parecían tener otra ocupación que


            reír  escandalosamente,  batir  las  palmas  de  las


            manos  con  cierta  armonía  y  dedicarse  a  los


            pequeños  robos.  Al  llegar  la  noche,  la  familia  se


            dispersaba. Prefería no meterse en averiguaciones,


            y él mismo buscaba una cámara solitaria, donde Sad



            se apretaba contra él hasta quedar ambos dormidos.



               Apenas tenía tiempo para reflexionar sobre el lazo


            que  le  unía  a  la  muchacha  ylus.  Se  sucedían,




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