Page 196 - Anatema - Neal Stephenson
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—¿Te quedarás?


            —No.  Debemos  bajar.  Ya  tenemos  problemas  con  el

          Maestro de las Llaves. Debo ir a buscar unas notas.

            Orolo  se  escapó  y  me  dejó  solo  un  minuto.  Me  quedé


          sorprendido  con  un  pequeño  amanecer  sobre  las

          montañas:  el  rayo,  recorriendo  invisible  el  cielo  vacío,

          había  dado  con  un  par  de  nubes  ralas  y  las  había


          iluminado; eran como bolas de lana lanzadas al aire. Miré

          hacia abajo, hacia el concento a oscuras, y no sentí deseos

          de saltar. Ver belleza me mantendría con vida. Pensé en


          Cord y su belleza, en las cosas que fabricaba, en su porte,

          en las emociones que recorrían su cara mientras pensaba.


          En  el  concento,  la  belleza  se  encontraba  sobre  todo  en

          alguna  prueba  teorética.  Era  el  tipo  de  belleza  que

          buscábamos y desarrollábamos activamente. En nuestros


          edificios  y  nuestra  música  la  belleza  siempre  estaba

          presente, aunque no nos diésemos cuenta. Lo que Orolo


          decía tenía sentido; cuando veía alguna forma de belleza

          sabía que estaba vivo, y no sólo en el sentido de saber uno

          que está vivo cuando se da un martillazo en el pulgar, sino


          en  el  sentido  de  estar  compartiendo  algo…  algo  me

          recorría de lo que mi naturaleza debía formar parte. Era

          simultáneamente una buena razón para no morir y una


          señal de que la muerte podía no serlo todo. Sabía que me

          encontraba  peligrosamente  cerca  de  territorio  deólatra.

          Pero, dado que la gente podía ser tan hermosa, costaba no







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