Page 200 - Anatema - Neal Stephenson
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dirigió a la Puerta de Década para pasar otro día en la
ciudad.
Más importante que la discusión con Trestanas era la
conversación que yo, justo antes, había mantenido con
Orolo. Sabía que no podía comentarlo en el Refectorio. No
sobreviviría al Rastrillo de Diax; los avotos no lo
considerarían coherente. Los de tendencias procianas
dirían que me había convertido en una especie de deólatra.
Yo sería capaz de defenderme sin invocar todo tipo de
ideas que a ellos les resultarían ridículamente confusas.
Pero al mismo tiempo, sabía que era así como lo habían
hecho los santes. Juzgaban las demostraciones teoréticas
estéticamente, no lógicamente.
Yo no era el único con preocupaciones. Arsibalt se sentó
solo, apenas comió nada y luego se fue sin decir ni pío.
Más tarde Tulia tomó un cuenco y vino a sentarse
conmigo, lo que me alegró mucho hasta que comprendí
que sólo deseaba hablar sobre él. Arsibalt había estado
rumiando mucho, y lo había hecho a la vista de todos,
como si exigiese que le preguntásemos qué le pasaba. Yo
me había negado a hacerlo porque la táctica me resultaba
molesta. Pero sur Tulia se había ocupado de él de vez en
cuando. Me hizo saber que debía ir a verle. Lo hice sólo
porque ella me lo pedía.
Tras la Reconstitución, los primeros fras y sures de la
Orden de Sante Edhar habían llegado a ese lugar donde el
río lamía una rampa de piedra y la habían atacado con
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