Page 197 - Anatema - Neal Stephenson
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pensar que había algo en ella que se originaba en el mundo
que Cnoüs había entrevisto en las nubes.
Orolo se reunió conmigo en lo alto de las escaleras, con
las notas bajo el brazo. Antes de que iniciásemos el
descenso, dio un último vistazo a las estrellas y planetas
que empezaban a salir, como un mayordomo que cuenta
las cucharas. Bajamos en silencio, iluminando el camino
con las esferas.
Fra Gredick, el Maestro de las Llaves, como había
predicho fra Orolo, nos esperaba en la reja. A su lado había
otra persona más delgada. Al llegar al contrafuerte vimos
que era la superiora de Gredick: sur Trestanas.
—Vaya, parece que nos van a poner una penitencia —
murmuré—. Lo que viene a demostrar lo que decías.
—¿Qué he dicho exactamente?
—Que la fealdad llega de múltiples formas.
—No creo que éste sea el caso —dijo fra Orolo—. Esto es
algo excepcional.
Llegamos a la bóveda de piedra y la cruzamos. Gredick
cerró de golpe la reja en cuanto la atravesamos. Le miré a
la cara, creyendo que estaría furioso por haberle hecho
esperar. Pero no era así. Estaba inquieto. Su único
pensamiento era salir de allí. Le observamos trastear con
el llavero. Mientras cruzaba la reja miré hacia el norte,
hacia la bóveda unaria, y luego al este, hacia la de los
Centenarios. Sus dos rejas estaban también cerradas. Todo
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