Page 257 - Anatema - Neal Stephenson
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a la línea de ataque, enrollando simultáneamente las
rodillas del 79 con el paño. A continuación se puso en pie,
levantándole las rodillas; la cara del hombre fue a
estamparse contra el suelo porque no logró alzar —quiero
decir, bajar— los brazos con la rapidez suficiente para
evitar tragar hierba. Lio recuperó el paño y el 79 se quedó
boca abajo con las piernas abiertas. Lio, sin pensárselo,
clavó el codo en la uve mientras se volvía a ver quién era
el siguiente.
Respuesta: el número 23 corría hacia él. Lio se volvió y
escapó corriendo. Pero no muy rápido. El 23 le alcanzó. Su
destino fue pisar el paño que Lio arrastraba tras de sí sobre
la hierba. Lo que destrozó el ritmo de su avance, que ya no
era muy bueno de entrada. Lio lo percibió… y cómo
podría no haberse dado cuenta, si tenía el otro extremo del
paño enrollado alrededor de la entrepierna. Se giró
rápidamente y tiró. De alguna forma, el 23 logró
permanecer en pie pero tambaleándose, inclinado por la
cintura con la cabeza por delante. Lio le cortó el paso con
el pie, le puso una mano en la nuca y aprovechó el impulso
del otro para darle la vuelta. El 23 no supo caer. Aterrizó
sobre el hombro y giró para caer con fuerza sobre la
espalda. Yo sabía lo que pasaría a continuación: Lio
descargaría un «golpe mortal» contra la garganta
expuesta. Y eso hizo; pero se detuvo antes de completarlo,
como siempre había hecho conmigo, y no aplastar la
laringe del hombre.
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