Page 258 - Anatema - Neal Stephenson
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Quedaba uno. Y quiero decir uno, porque en la espalda
tenía un enorme número 1. Era el hombre con el brazo en
cabestrillo. Con el brazo bueno se había puesto a rebuscar
en los bolsillos del caído 86. Encontró lo que buscaba y se
puso en pie, sosteniendo algo que yo tenía por seguro era
una pistola.
De su cepo de la columna surgió un destello de luz rojo
y azul alternativamente. Soltó una palabrota. Dejó caer el
arma y se desmoronó. En un único instante todos los
músculos de su cuerpo habían perdido el tono,
interceptado por las señales del cepo. Los cuatro atacantes
habían caído y el prado estaba en silencio, exceptuando los
quejidos lastimeros de sus cismexes.
Un individuo solitario, que estaba allí cerca, se puso a
aplaudir. Di por supuesto que era un imizar que había
bebido demasiado. Pero al mirar en dirección al sonido,
me sorprendió ver una figura encapuchada ataviada con
un paño. No dejaba de gritar palabras en orto antiguo que
significaban «bravo, hurra, bien hecho».
Aproximándome a ese fra, grité:
—Espero que estés completamente borracho, porque, si
no, eres un idiota. Podrían habernos matado. Y aunque
seas un imbécil tan descomunal… ¿No sabes que hay un
par de inquisidores dando vueltas por aquí?
—No hay problema, uno de ellos se ha escabullido de ese
discurso idiota —dijo el fra.
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