Page 109 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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sus párpados inferiores sobresalían enrojecidos, como si es‐
tuvieran inflamados y doloridos tras muchos años de con‐
tener los enrojecidos globos oculares de su obvio intento de
salirse de sus órbitas. Rió con una risa flemosa y golpeó la
mesa, repitiendo por sexta vez: «¡Los elefantes son dema‐
siado caros en estos días, y en el barro no sirven absoluta‐
mente para nada!», a raíz de su conversación respecto a la
mejor época del año para enzarzarse en una guerra. Deci‐
dieron que solamente alguien muy nuevo en el negocio po‐
día ser tan estúpido como para insultar al embajador de
uno de sus vecinos durante la estación de las lluvias, y que
a raíz de ello ese hombre sería estigmatizado por el resto
de sus días como un nouveau roi.
En un momento determinado de la velada, el médico del
príncipe se disculpó y se retiró, a fin de poder supervisar
la preparación del postre e introducir un narcótico en los
pastelillos que iban a serle servidos al Shan. A medida que
avanzaba la noche, y con posterioridad a los postres, el
Shan se mostró más y más inclinado a cerrar los ojos y dejar
que su cabeza colgara sobre su pecho durante periodos
cada vez más largos de tiempo. «Una buena fiesta», mur‐
muró entre ronquidos; y finalmente: «Los elefantes no sir‐
ven para malditamente...», y así se sumió en el sueño y no
pudo ser despertado. Sus parientes no estaban en condicio‐
nes de escoltarlo hasta su casa a aquellas horas, puesto que
el médico del príncipe habla añadido hidrato de cloral en
su vino y por aquel entonces se hallaban despatarrados en
el suelo, roncando. El jefe del cortejo del príncipe arregló
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