Page 114 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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raron de sus nendas e hicieron como si descansaran, mien‐
tras aguardaban a que los otros avanzaran por delante de
ellos, deslizándose cautelosamente entre los árboles.
Al cabo de poco tiempo, sin embargo, vieron movimiento
en el camino, frente a ellos. Siete jinetes avanzaban a lomos
de sus caballos, y el príncipe supuso que eran sus seis lan‐
ceros y el Shan. Cuando estuvieron cerca, se dirigieron a su
encuentro.
–¿Quiénes sois? –inquinó el jinete alto y de ojos penetran‐
tes que montaba la yegua blanca–. ¿Quiéneis sois para atre‐
veros a bloquear el paso del príncipe Siddhartha, Atador
de Demonios?
El príncipe lo miró, bronceado y musculoso, entre los
veinte y los treinta años, con rasgos de halcón y una pode‐
rosa prestancia, y sintió de pronto que sus dudas habían
sido infundadas y que se había traicionado a sí mismo con
sus sospechas y desconfianzas. A juzgar por el espléndido
espécimen montado en su propio caballo, Brahma había
cumplido su parte del trato de buena fe, autorizando para
su uso un cuerpo vigoroso y excelente, que ahora estaba en
posesión del anciano Shan.
–Señor Siddhartha –dijo su hombre, que había cabalgado
al lado del Señor de Irabek–, parece que obraron lealmente.
No veo nada irregular en él.
–¡Siddhartha! –exclamó el Shan–. ¿Quién es ese al que te
atreves a dirigirte con el nombre de tu amo? Yo soy Sidd‐
hartha, Atador de... –Y al decir eso echó su cabeza hacia
atrás y las palabras gorgotearon en su garganta.
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