Page 22 - LIBRO DE ACTAS-II-JORINVEDUC-2016
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Una  primera  experiencia  a  comentar,  nace  en  la  periferia  semirural  de  una  ciudad  del
                 interior de Córdoba. Llevaba a cabo una investigación en la escuela secundaria y, a fin de indagar
                 los procesos socio-comunitarios que involucran a los niños y jóvenes, entrevisté a una maestra del
                 Jardín  de  Infantes.  Se  habló  largamente  de  los  niños  de  la  zona,  de  sus  condiciones  sociales  y
                 educativas, de los avatares que les toca vivir, de su paso por la escuela. Al tiempo, un día llegué a la
                 secundaria y esa maestra me esperaba en la puerta. Era para proponerme  -según sus palabras-
                 “hacer algo sobre eso que estuvimos hablando en la entrevista”, pues ella estaba preocupada porque
                 había niños marginados dentro de la institución, y me contó que la directora de la escuela primaria
                 también estaba preocupada por lo mismo.
                        Nos reunimos y acordamos plantear un proyecto de trabajo que permitiera revisar estas
                 situaciones. En las conversaciones para armar el proyecto apareció la idea de convocar a un artista
                 plástico de la zona que se dedicaba a los títeres y a la murga, y trabajaba con niños y jóvenes de
                 sectores  populares  desde  un  movimiento  comunitario.  Se  terminó  diseñando  un  proyecto  que
                 involucraba a jardín, primero y quinto grados, con títeres y murga, y hacer una convocatoria a las
                 organizaciones sociales para llamar la atención acerca de la niñez y la juventud. Acudieron el Centro
                 de Salud, el Centro Vecinal, la Parroquia, el Club y la Secundaria.
                        Pudimos ver cómo el trabajo con el artista comunitario tuvo efectos inesperados en los
                 chicos  que  preocupaban  a  las  maestras.  El  proyecto  se  llevó  adelante  con  entusiasmo  y
                 participación, pero lo más impresionante fue el modo en que los chicos se posicionaron a partir del
                 vínculo con ese artista. Se lograron producciones, protagonismos y conversaciones inéditas, incluso
                 dos niñas que afligían a las maestras por su mutismo, comenzaron a hablar con él y en sus talleres.
                 Luego, en los espacios de reflexión compartidos con las docentes, este artista ayudó a conocer mejor
                 a los chicos, a saber, de sus vidas, a comprender sus experiencias y a entender sus expresiones.
                        Por  su  parte,  las  organizaciones  conformaron  un  registro  de  familias  y  niños,  para  que
                 ningún  niño  o  su  familia  fueran  “invisibles”  a  los  ojos  de  la  comunidad.  Asimismo,  se  gestaron
                 espacios destinados a la niñez: en el Dispensario, un rincón de juegos en la sala de espera; en el
                 Centro Vecinal, juegos para los chicos que acompañaban a sus madres a los talleres de oficios. Se
                 pudo dialogar con las madres y atender sus inquietudes y, entre las mismas madres, comenzaron a
                 conocerse y a estar atentas a las necesidades de unas y otras. La infancia cobró otro lugar en la
                 mirada colectiva a partir del llamado de atención de la escuela.
                        Todo ello ocurrió no sin conflictos, las categorías de clasificación de los sujetos acuñadas en
                 el espacio social se hicieron presentes en diversos momentos para tensar las decisiones y producir
                 discrepancias. Los “gringos” y los “negros”, los “de la zona” y los “de afuera”, los “del campo-campo”
                 y los “chicos urbanos”, los “pobres pero dignos” y los “no tan dignos”, los “de los planes” y las
                 familias “de toda la vida” … Estas miradas estaban en el sustrato de aquellas marginaciones que
                 preocupaban  a  la  maestra  y  afloraron  durante  el  proyecto,  dando  lugar  a  nuevas  formas  de
                 afrontarlas y discutirlas.
                        Nuestro  trabajo  de  investigación  pudo  acompañar  esta  experiencia  y  reconocer  aristas
                 antes inexploradas de la realidad social y educativa de la zona.
                        En el segundo relato que traigo nos ubicamos en un barrio periférico de Córdoba. Don Luna
                 es el creador de una radio comunitaria que funciona en su casa. Comenzó a vincularse con el mundo
                 radiofónico hace años, cuando trabajaba en un servicio de sonido y llevaba la propalación a pueblos
                 de Córdoba y Santiago del Estero. Allí surgió su interés por el mundo de la radio, y logró armarla
                 cuando sumó a varios vecinos, al centro vecinal, y a un profesor de la secundaria del barrio y sus
                 alumnos; con la emisora en funcionamiento, se acercó a la escuela primaria situada en los bordes
                 del barrio, que recibe niños en condiciones de extrema vulnerabilidad.
                        Don Luna -según nos decía- buscaba que los chicos pudieran manejar algunas cuestiones
                 tecnológicas, comprender desde lo que es una radio hasta el manejo de la tecnología sencilla que
                 permite poner al aire los programas, locución y armado de guiones, y para que conocieran las

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