Page 23 - LIBRO DE ACTAS-II-JORINVEDUC-2016
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diversas facetas de la comunicación. Además, en sus palabras, “que ellos puedan aprender que el
mundo no está cerrado… Yo que he sido humilde como ellos, les quiero mostrar, les quiero dejar la idea
de que se pueden hacer cosas como ésta, siempre y cuando uno se junte con otros”.
Esta escuela abrió sus puertas a un sujeto y su trabajo comunitario en construcción, para
transmitirles a los chicos una experiencia social. La radio aportó a esa escuela un mundo nuevo para
los niños, y una experiencia de encuentro con historias de vida que muestra formas originales de
pararse frente a la adversidad. En la soledad de los márgenes en la que se encuentra la escuela,
significó un eslabón educativo que la escuela, por sí misma y desde adentro, no podía producir.
Una maestra se sumó para acompañar en lo pedagógico la experiencia de Don Luna y de los
chicos, y con la participación de docentes de otros grados, se conformaron grupos de trabajo con
chicos de distintas edades para hacer notas, entrevistas e investigaciones. Las diferencias y
confrontaciones no estuvieron ausentes, entre las maestras, entre maestras y padres, y entre
distintos grupos de padres. ¿Qué hace esa persona extraña adentro de la escuela? ¿Tienen los chicos
que participar en esta radio, que no es una emisora de “prestigio”? ¿Qué chicos deben ser premiados
con manejar los aparatos? ¿O acaso no importa la buena conducta o las buenas notas para ser parte
del proyecto? ¿Esa gente no pregona política a los alumnos?
No sin tensiones, hubo una escuela que se permitió albergar esa experiencia en su seno, y
llevó adelante una reflexión colectiva para encarar las modificaciones necesarias en sus tiempos, en
su organización, los espacios y las tareas. En el seno de esos intersticios y discusiones fue
gestándose un modo novedoso de ser escuela para esos chicos, ese barrio y esas maestras.
En tercer lugar, la experiencia de investigación nos lleva a otros territorios de la ciudad. Al
estudiar los procesos de escolarización en los barrios de raigambre obrera en Córdoba,
encontramos que la escuela y su historia se enlazan a las familias que se asentaron en la zona
cuando se abrió la fábrica más importante en los inicios de la industrialización local. Esas familias
levantaron el barrio, hicieron sus casas, formaron cooperativas para traer la luz y el agua, lograron
el alumbrado público y el dispensario, armaron su centro vecinal y un pequeño club social; también
colaboraron en la construcción del edificio escolar y organizaron la cooperadora que motorizó un
sinnúmero de actividades para los niños.
Los tiempos pasaron, el cierre de la fábrica en los noventa dejó a muchos sin trabajo, y los
niños, durante más de una década, crecieron sin las sirenas de la fábrica.
En un momento del trabajo de campo, se planteó en la secundaria una fuerte preocupación
al detectar que algunos adolescentes salían de sus casas hacia la escuela, pero nunca llegaban a ella
y estaban a punto de quedar libres por faltas. A partir de las entrevistas y de conversaciones con los
vecinos, pudimos conocer detalles: algunos chicos, en lugar de ir a la escuela, se quedaban por el
barrio, iban a ayudar en un taller mecánico y, otras veces, estaban muy cerca de sus casas:
compartían el tiempo con los que ellos llamaban “los hombres de la cuadra”. Se había formado una
suerte de espacio estable en el que los hombres -desempleados fabriles- se juntaban a charlar, y
contaban “historias de fábrica” mientras arreglaban alguna moto o auto de su propiedad, o de algún
amigo. Las historias que contaban surgían de las propias experiencias, y otras las escuchaban de
sus padres: el trabajo en la línea, el capataz, los chistes, los bulonazos, las actividades sindicales, la
salida con las motos a copar la ruta… Allí se tomaba mate, se arreglaban motos, se mostraban
herramientas; y allí estaban los chicos, con los ojos y los oídos abiertos. Al enterarse, voces del
barrio y de la propia escuela secundaria hicieron sentir su reprobación: “son vagos”, “algunos
vivieron de planes y ahora de la asignación”, “podrían conseguir trabajo y no lo buscan” … “están
enseñando el camino de la vagancia”.
Lo que podríamos decir de lo que logramos reconstruir, es que varios de esos chicos
aprendieron mecánica además de las historias de fábrica y, con esos saberes, consiguieron trabajos
medianamente calificados al abrirse algunas oportunidades un tiempo después. Pero, además, se
identificaron con esos hombres quienes en los patios y sin pensarlo, transmitían la experiencia de
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